20160425
Llevaba un largo rato en la glorieta, sentado en el único banco del lugar. PENSABA.
Era una noche oscura, sin luna, en medio de un bosque al que había llegado paseando, ensimismado en sus pensamientos.
Había decidido caminar sin rumbo, siguiendo el camino que marcaran sus pies y los movimientos imperceptibles que las sinuosidades del camino producían en ellos.
Cuando se dio cuenta, la noche ya había cerrado todos los caminos y se encontraba en aquel cenador al que no sabía cómo había llegado.
Volver era del todo imposible, salvo que deseara perderse en aquel intrincado bosque de ramas, senderos y olvidos.
Decidió permanecer en silencio, oyéndolo hasta el amanecer; de sobra sabía que no había otra solución… TRISTEZA.
Tan oscura era la noche y tan atronador el silencio, que no pudo ver pero sí oír, en el mismo instante, el lamento y el rápido movimiento de alguien que se internada en el templete.
Sintió que iba arrastrando los pies, sintió los sollozos, sintió su corazón oprimirse. También advirtió como sus pasos antes rápidos ahora se demoraban hasta detenerse al creer notar una presencia. Guardó silencio, guardaron silencio.
.....................................…
En aquella posición permanecieron ambos dos. Quietos. Unidos por un hilo invisible formado por lamentos, silencios y quietud. La noche iba moviéndose lentamente hacia la alborada.
En el tiempo que transcurrió entre ambos, sintió el frío, sintió el temor, sintió la soledad; luego… ya no sintió nada.
Los encontraron al atardecer del día siguiente. Él, sentado. Ella, de pie, frente a él. Quietos. Mirándose.
La noche sin luna había sido calurosa, asfixiante. Las estrellas habían titilado en el cielo. Ella menuda, de tez blanca; él, por el contrario, notable, de tez oscura. Su complemento.
Se habían conocido hacía unos meses, 6 meses. Ella, casada; él, un bohemio errante que trotaba por el mundo.
No es la primera vez, pensaron quienes les encontraron; tampoco será la última, pensaron de nuevo.
No había nada ya que hacer, los pensamientos de quienes allí estaban vagaban en el silencio. Las sombras de las encinas, robles y acebuches que alguien de nombre olvidado puso, hacía mucho tiempo ya rodeando el templete, caían de nuevo sobre el lugar.
201605190149
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